Dice Covarrubias en su Tesoro que la mariposa es «un animalito que se cuenta entre los gusanitos alados, el más imbécil de todos los que puede haber. Este tiene inclinación a entrarse por la luz de la candela, porfiando una vez y otra, hasta que finalmente se quema». Sin embargo, hay moraleja en esta imagen puesto que «esto mesmo les acontece a los mancebos livianos que no miran más que la luz y el resplandor de la mujer para aficionarse a ella; y cuando se han acercado demasiado se queman las alas y pierden la vida».
La imagen del famoso verso gongorino -«mariposa en cenizas desatada»-, heredada del imaginario petrarquista[1], aparece en la Comedia de san Francisco de Borja como símil de la fugacidad de la belleza y, por lo tanto, de la vida. Leonor, esposa de Borja, exclama: «¡Qué importa, Flora, si luego/en el tiempo como en fuego/es la beldad mariposa!
El tiempo es para la belleza lo mismo que el fuego para la mariposa: la muerte. De hecho, Leonor pronuncia estas palabras poco antes de mirarse en un espejo que lleva su criada Flora. Al contemplarse se ve muerta y, con acierto, lo interpreta como un augurio de su propio final.
En esta ocasión la intención de Bocanegra al emplear el tópico de la mariposa es moralizante y educa acerca de la fugacidad de la vida, por lo que hay que valorar los aspectos importantes y no así la belleza, puesto que es pasajera.
[1] Caballero Porras, G. «“La mariposa en cenizas desatada” una imagen petrarquista en la lírica áurea, o el drama espiritual que se combate dentro de sí (1.ª parte)» en Estudios humanísticos. Filología, Nº 12, 1990, pp. 255-278