“Mariposa en cenizas desatada”

Dice Covarrubias en su Tesoro que la mariposa es «un animalito que se cuenta entre los gusanitos alados, el más imbécil de todos los que puede haber. Este tiene inclinación a entrarse por la luz de la candela, porfiando una vez y otra, hasta que finalmente se quema». Sin embargo, hay moraleja en esta imagen puesto que «esto mesmo les acontece a los mancebos livianos que no miran más que la luz y el resplandor de la mujer para aficionarse a ella; y cuando se han acercado demasiado se queman las alas y pierden la vida».

La imagen del famoso verso gongorino -«mariposa en cenizas desatada»-, heredada del imaginario petrarquista[1], aparece en la Comedia de san Francisco de Borja como símil de la fugacidad de la belleza y, por lo tanto, de la vida. Leonor, esposa de Borja, exclama: «¡Qué importa, Flora, si luego/en el tiempo como en fuego/es la beldad mariposa!

El tiempo es para la belleza lo mismo que el fuego para la mariposa: la muerte. De hecho, Leonor pronuncia estas palabras poco antes de mirarse en un espejo que lleva su criada Flora. Al contemplarse se ve muerta y, con acierto, lo interpreta como un augurio de su propio final.

En esta ocasión la intención de Bocanegra al emplear el tópico de la mariposa es moralizante y educa acerca de la fugacidad de la vida, por lo que hay que valorar los aspectos importantes y no así la belleza, puesto que es pasajera.


[1] Caballero Porras, G. «“La mariposa en cenizas desatada” una imagen petrarquista en la lírica áurea, o el drama espiritual que se combate dentro de sí (1.ª parte)» en Estudios humanísticos. Filología, Nº 12, 1990, pp. 255-278

Sermón disfrazado

El teatro jesuítico se desarrolló bajo el lema ridentem dicere verum, es decir, deleitar y aprovechar. Este enfoque didáctico se desarrolla ya en la Edad Media mediante la literatura del exemplum. Esta literatura muestra los modelos que sirven de espejo en el cual la sociedad debe reflejarse. Obviamente, en estos espejos se proyecta aquello que en cada época se fundamenta en un ideario religioso, político y pedagógico propio.

Los jesuitas, a menudo, bajo el nombre de “sermón disfrazado”, elaboraron comedias con finalidad didáctica mediante las cuales han ido transmitiendo al público su ideario. Debemos añadir que este teatro también encuentra sus raíces en la oratoria sacra que paulatinamente fue tomando elementos dramáticos para poder llegar a un mayor público. Es evidente que estos «sermones disfrazados» son un método pedagógico, ya que las profundas verdades se transmiten de un modo asequible al público. Llamo la atención sobre la magnífica pedagogía de la que ya desde la Ratio ha presumido la Compañía de Jesús.

¿Culturas equiparables en la fiesta novohispana?

En Mesoamérica la fiesta ha sido un elemento constante en todas las culturas que la han habitado. Este dato de aparente banalidad realmente es significativo, puesto que muestra un ambiente propicio al arraigo de estas celebraciones en Nueva España. Se debe señalar que en México la gente se aficionó pronto al teatro. Y se demuestra fácilmente al comprobar que es muy breve el período que hay entre la llegada de los españoles y las primeras representaciones teatrales, pues hablamos de tan solo unos años.

En cualquier caso, siempre existe el elemento de contrapunto que debemos considerar. Sí es cierto que se produjo un mestizaje cultural con la llegada de los europeos, pero no se puede afirmar que fuera a partes iguales. Los españoles implantaron las celebraciones públicas sin apenas modificarlas. No obstante, es justo contemplar que sí se tomaron ciertos elementos indígenas para ciertas celebraciones civiles. Por ejemplo, bailes como el mitote o tocotín se introdujeron en los festejos. Sin embargo, al compararlos con el resto de los componentes de todo un festejo, lo cierto es que no poseen la relevancia suficiente para considerar estos festejos equitativos a ese respecto.

La decadencia de la fiesta barroca

Para trabajar este tema, la persona adecuada es sin duda Pilar Gonzalbo Aizpuru. Esta estudiosa presenta en algunas ocasiones la evolución de la fiesta en la época colonial. En pocas palabras resume el declive de la misma: “El racionalismo ilustrado contribuyó a la pérdida del sentido lúdico de la fiesta barroca y con ello precipitó su decadencia”.

Esta sentencia se explica de la siguiente manera. Si desde el renacimiento, la secularización se fue gestando poco a poco, no es de extrañar que este proceso también afectara de una manera u otra a los festejos tanto civiles como religiosos. La Iglesia, movida por un interés en separar lo profano de lo religioso, extirpó aquellas festividades que no tuvieran que ver con la liturgia, así como aquellas cuya moralidad fuera dudosa. Por lo tanto, en este proceso se llevaron por delante todo aquello que tuviera reminiscencias paganas: música, bailes, mascaradas, etcétera.

En cuanto a los festejos civiles, la fiesta y la diversión se separaron por lo que los festejos ya no eran causa de divertimento, sino “una fecha en el calendario que permitía el descanso”. Un elemento que propició esta separación fue el auge de fiestas privadas en señoríos. Además del desinterés por los diversos acontecimientos de la corona española que en otro momento eran motivo de celebración en tierras novohispanas. Y concluyo citando a Pilar Gonzalbo: “Tendrían que llegar las guerras de independencia para que las fiestas nacionales se vivieran con emoción patriótica”.

Deporte en el Siglo de Oro

Resulta curioso vincular el mundo de la investigación con el deportivo. Sin embargo, por mera casualidad, a través de Dialnet, he dado con un artículo que une ambas ramas. En este trabajo se describen los distintos espectáculos característicos de esta época: juegos de cañas, correr el toro, correr la sortija, etcétera.

Su referencia bibliográfica es:

Ramírez Macías, G. “Deporte espectáculo en España durante el Siglo de Oro” en Cultura, ciencia y deporte: revista de ciencias de la actividad física y del deporte de la Universidad Católica de San Antonio, Nº. 7, 2007 , págs. 7-12.