Desde su época los poetas criticaron la dualidad de su estilo. Se preguntaron por qué los romances o letrillas son tan admirables de estilo y poemas como las Soledades o La fábula de Píramo y Tisbe de tan aborrecible aspecto. Esta distinción es la que ha permanecido a lo largo de la historia. Se ha considerado que hubo dos etapas en la vida poética del poeta. Sin embargo, distintos estudios reseñados por Dámaso Alonso han demostrado que la cronología de composición no se corresponde con esta idea[1]. En cualquier caso ha corroborado al desconocimiento del poeta.
A partir de ahora, cabe indicar el momento de “recuperación” que tuvo lugar en el tricentenario de la muerte de Góngora. El grupo tradicionalmente conocido como “generación del 27” realizó durante ese año una serie de homenajes al poeta ensalzando su figura y obra. Esta actividad de trabajos supuso también una revalorización en lo referente a la crítica literaria. No es casual que se haya comenzado citando a Dámaso Alonso, ya que su colaboración en los estudios gongorinos es inapreciable, tanto por su abundancia como por su calidad. Sin embargo, no sólo aumentó considerablemente el número de estudios sobre Góngora así como el interés en su obra, sino que la labor de los distintos literatos de la época fue espectacular en su intento de devolver la gloria a don Luis. Especialmente Gerardo Diego y Rafael Alberti. Ambos poetas compusieron poemas de estilo gongorino, a saber: la Fábula de Equis y Zeda y la Soledad tercera respectivamente. En este punto, debemos comentar una obra muy especial de Gerardo Diego, en la cual el poeta recopila una selección de textos -recoge poemas desde el siglo XVII hasta el XX- que bien alaban al autor áureo bien lo imitan. No obstante, Gerardo Diego la primera vez que publicó este libro fue en la Revista de Occidente[2] por el homenaje a Góngora el año 1927. Dicho en sus propias palabras:
Parecía oportuno que no faltara en este homenaje ofrecido por nuestros artistas jóvenes a don Luis de Góngora con motivo del tercer centenario de su muerte la voz –alejada ya- de los poetas españoles que le honraron. Por eso me he encargado yo de reunir y ensayar este disperso y vario coro de ofrendas, unidas sólo por una común imantación hacia Góngora[3]
Siendo, en efecto, una bonita recopilación de poemas que bien pueden servir de regalo honorífico al maestro andaluz. Además, es importante en esta Antología el hecho de que muestre que la poesía del cordobés desde su misma época ha quedado reflejada para siempre en los versos hispánicos, aun a pesar del rechazo e ignorancia que había sobre su figura “culterana”. La figura más llamativa de la recopilación es el nicaragüense Rubén Darío, quien en sus Cantos de vida y esperanza de 1905 escribe tres sonetos bajo el título de Trébol; en los dos primeros utiliza la voz de Góngora y de Diego de Velázquez; en el último los alaba con su propia voz. El lenguaje que utiliza hace eco del barroco español.
Con especial cariño trata Luis Cernuda al “Homero español”, en un poema titulado “Góngora” del poemario Como quien espera el alba. Escrito entre 1941 y 1944. En este poema hace referencia a quienes han rechazado la poesía de Góngora. A continuación presentamos el fragmento del poema en el que se recita esta idea:
Viva pues Góngora, puesto que así los otros
con desdén le ignoraron, menosprecio
tras el cual aparece su palabra encendida
como estrella perdida en lo hondo de la noche,
como metal insomne en las entrañas de la tierra.
Ventaja grande es que esté ya muerto
y que de muerto cumpla ya los tres siglos, que así
pueden
los descendientes mismos de quienes le insultaban
inclinarse a su nombre, dar premio al erudito,
sucesor del gusano, royendo su memoria.[4]
Vemos en estos versos una bonita defensa del poeta, sin embargo, es notorio recalcar esa violencia en el lenguaje, la fuerza en la expresión del poeta sevillano. Con todo, la admiración y el amor por esta gran figura literaria son mostradas sin pudor en el poema. Además, no hace referencia solamente a los poetas que no supieron leerlo sino también a los críticos que lo censuraron, como es el caso de Menéndez y Pelayo, de quien dice “el montañés henchido por sus dogmas”[5].
Federico García Lorca hace alarde de su espontaneidad en su particular homenaje: La imagen poética de Luis de Góngora. En éste se vuelve a insistir en esa equívoca consideración del poeta como poeta oscuro y difícil, o mejor dicho, irónicamente se alude al paso de ángel de la luz a ángel de las tinieblas:
Todos habéis estudiado Preceptiva y Literatura, y vuestros profesores, con raras y modernas excepciones, os han dicho que Góngora era un poeta muy bueno, que de pronto, obedeciendo a varias causas, se convirtió en un poeta muy extravagante (de ángel de luz se convirtió en ángel de tinieblas, es la frase consabida) y que llevó el idioma a retorcimientos y ritmos inconcebibles para cabeza sana. Eso os han dicho en el Instituto mientras os elogiaban a Núñez de Arce el insípido, a Campoamor, poeta de estética periodística, bodas, bautizos, entierros, viajes en expreso, etc. […][6]
Más amable que Cernuda se muestra con Menéndez y Pelayo dice que verdaderamente no entendió a Góngora, aunque sí al resto. El fragmento aquí expuesto demuestra cómo para los poetas del siglo XX que supieron leer la poesía del cordobés esta consideración de los dos planos queda lejos de la realidad.
Parece que a lo largo de la historia desde los primeros poemas polémicos de don Luis –Soledades, Panegírico al Duque de Lerma, etcétera- la crítica literaria se ha dividido en dos grandes grupos: por un lado están los que no supieron valorar esta poesía y han colaborado en sumirla en el olvido y, por otro lado, los que la han admirado intensamente. Finalmente, me gustaría indicar que estaría muy agradecida ante cualquier comentario que pueda aproximarme más al conocimiento de este gran poeta.
[1] Alonso, D. La lengua poética de Góngora. Madrid: instituto “Miguel de Cervantes”, 1961. pp. 12-16.
[2] Diego, G. Antología poética en honor de Góngora. Madrid: Alianza Editorial, 1979.
[3]. Diego, G. Ibidem. p. 9
[4] Cernuda, L. Antología, (Ed.) José María Capote, Madrid: Cátedra, 1996, p. 209.
[5] Cernuda, L. ibídem.
[6] Tomo esta cita del discurso pronunciado por Lorca en honor a Góngora. Sobre la pista de este texto me puso el estudio de Nadine Ly “Lorca y la teoría de la escritura: «La imagen poética de don Luis de Góngora»”, Valoración actual de la obra de García Lorca, Actas del coloquio Hispano-Francés celebrado en la Casa de Velásquez, 1988. pp, 163-170. Sin embargo, el texto lorquiano lo localicé gracias a internet.