Desde Escrituras Virreinales se accede a esta entrada sobre la exposición acerca de las reducciones jesuitas en Paraguay. Se celebra en Madrid hasta el 8 de febrero del 2015. Merece la pena echar un vistazo.
Desde el 21 de noviembre de 2014 hasta el 8 de febrero de 2015 los habitantes o visitantes de Madrid podrán asistir a la exposición organizada por el Caixa Forum sobre las reducciones que los religiosos de la Compañía de Jesús llevaron a cabo en Paraguay a lo largo del período colonial.
Con el nombre de reducciones o misiones se conoce a un conjunto de comunidades indígenas de la América española: treinta asentamientos creados en el siglo XVII por misioneros jesuitas en la región del Río de la Plata, en el actual territorio de Argentina, Paraguay y Brasil. La palabra reducción deriva del latín y se asocia a la idea de acompañamiento: los indígenas guaraníes son llevados al catolicismo a través de una acción evangelizadora.
Esta exposición rememora las reducciones jesuitas en Paraguay y cómo era la vida en sus comunidades en aspectos tales como la familia, instituciones, economía, agricultura, culto, liturgia y artes.
En elMuseo Nacional del Virreinato en Tepotzotlán podemos encontrar esta pintura que representa la diversidad étnica en Nueva España:
1. Español con India, Mestizo 2. Mestizo con Española, Castizo 3. Castizo con Española, Español 4. Español con Negra, Mulato 5. Mulato con Española, Morisca 6. Morisco con Española, Chino 7. Chino con India, Salta atrás 8. Salta atras con Mulata, Lobo 9. Lobo con China, Gíbaro (Jíbaro) 10. Gíbaro con Mulata, Albarazado 11. Albarazado con Negra, Cambujo 12. Cambujo con India, Sambiaga (Zambiaga) 13. Sambiago con Loba, Calpamulato 14. Calpamulto con Cambuja, Tente en el aire 15. Tente en el aire con Mulata, No te entiendo 16. No te entiendo con India, Torna atrás.
Esta imagen, y sobre todo su leyenda, nos dice mucho sobre la sociedad novohispana. Una sociedad que se jerarquizaba siguiendo este esquema de castas. La élite se componía de españoles y conforme se iba mezclando la sangre se descendía en el sistema. En las fiestas, por ejemplo, participaba toda la sociedad. Sin embargo, la participación no era igual de una casta a otra. El orden festivo se establecía conforme a las normas sociales, por lo que la sangre era un elemento esencial.
Este cuadro no solo describe una realidad, sino que la ordena según el rango social. Un hecho muy significativo en una sociedad que fue ante todo mestiza.
En esta ocasión quiero recomendar la lectura de un libro que descubrí al querer documentarme sobre la sobre la fiesta novohispana como ruptura del ritmo cotidiano. Quise buscar libros que hablasen de lo cotidiano y el nombre que destacó por encima de todos fue el de la investigadora Pilar Gonzalbo Aizpuru.
El enfoque de esta línea de investigación se aleja de las grandes figuras de la política del momento. Tampoco se centra en esos grupos marginales, que por su condición abarcan un reducido número de personas. Ella estudia la historia de un gran número de personas que conforman una sociedad con un carácter propio: la gran mayoría de habitantes que establecen distintas relaciones entre sí. Esa sociedad que es la que cambia y con ella paso a paso se va creando la historia de un pueblo.
El libro que ahora tengo entre manos se titula Vivir en Nueva España: orden y desorden en la vida cotidiana. Este trabajo salió hace pocos años, en el 2009, lo que pone de manifiesto la reciente aproximación a este tipo de estudios. El libro que aquí nos ocupa aclara conceptos como «individual y colectivo, junto a los de cotidiano y excepcional, puesto que si bien difícilmente lo individual puede ser público y lo colectivo privado, sin duda cualquiera de estas formas de comportamiento puede referirse a actividades cotidianas o extraordinarias». A través de ocho bloques, se nos habla de los individuos que «no dejaron huella» y, sin embargo, forjaron la historia en su sentir diario.
Aunque sea relativamente novedoso el punto de vista, lo cierto es que Gonzalbo Aizpuru ha sacado varias publicaciones en torno a lo cotidiano de la vida novohispana. Obras como: Las mujeres en la Nueva España. Educación y vida cotidiana (1987); Familia y orden colonial, (1998); Historia de la vida cotidiana en México, (2004-2006). Por mencionar unos ejemplos, por supuesto cuenta con artículos y capítulos de libros que trabajaban lo cotidiano en la época colonial y dan una idea de la amplitud del tema. Además, hay que señalar que en los últimos años están saliendo trabajos de investigación que abordan la historia desde algún aspecto de lo cotidiano, bien sea la fiesta, la sexualidad o las relaciones laborales.
Hace poco más de un año, los días 27, 28 y 29 de mayo de 2013, en Santiago de Compostela, tuvo lugar el I Simposio Internacional de Jóvenes Investigadores del Barroco Iberoamericano: Identidades Culturales de un Imperio Barroco. Esta reunión fue organizada por el Centro de Estudios de Barroco Iberoamericano (CEIBA).
El éxito de aquel simposio se debe a sus organizadoras:
Carme López Calderón (Universidad de Santiago de Compostela).
María de los Ángeles Fernández Valle (Universidad Pablo de Olavide, Sevilla).
María Inmaculada Rodríguez Moya (Universidad Jaume I, Castellón).
El carácter de la reunión era multidisciplinar, para propiciar un diálogo que abarcara una amplia gama de conocimientos sobre el barroco en Iberoamérica. Por este motivo, se organizaron los temas en seis secciones.
I. El gran teatro del mundo.
II. Mística ciudad de Dios.
III. La ciudad de las damas.
IV. Varones ilustres en santidad, letras y zelo.
V. Ver, oir, oler, gustar, tocar.
VI. Viage de tierra y mar, feliz por mar y tierra.
Hace pocos días salieron publicadas las actas de este simposio, por lo que decidí escribir esta entrada. A continuación incluyo el enlace desde el que pueden descargarse los dos volúmenes que comprenden todas las participaciones.
Para concluir, me gustaría señalar que este grupo (CEIBA) está preparando el segundo simposio destinado a la participación de jóvenes investigadores. En esta ocasión, tendrá lugar en Castellón los días 15, 16 y 17 de abril de 2015. Para aquellos que estén interesados, pego el enlace alII Simposio Internacional de Jóvenes Investigadores del Barroco Iberoamericano: Arte y Patrimonio: tráficos transoceánicos:
Diego López Pacheco fue nombrado virrey de Nueva España en 1640. Cuando estudiamos el viaje que realizó para ocupar el cargo, nos damos cuenta de que dicho viaje estuvo colmado por suntuosos fastos dedicados al recibimiento de tan alta figura. Y digo tan alta figura por ser marqués de Villena y Grande de España. Fue el primer virrey que ostentando tal grandeza fue asignado en el cargo.
En otras ocasiones, he mencionado cómo el linaje de López Pacheco fue interpretado por la sociedad novohispana como un regalo, pues consideraron que Felipe IV les ofreció un representante cercano a él[1]. Recuerdo, que para la élite social de Nueva España, el virrey es el punto de unión entre ellos y el monarca, por lo tanto, es el único medio de conformar una corte como la de la península. Eso sí, las relaciones son tan volubles como el cargo del gobernador, por lo que se trata de una corte un poco menos estable que la europea. En cualquier caso, los virreyes eran la oportunidad de las grandes familias por legitimar su clase social. De manera que en el caso del marqués de Villena era de suma importancia el peso de su sangre. Tómese como ejemplo el siguiente cuarteto:
México advierte el querer
de tu rey en los villenas,
si la sangre de sus venas
te da ¿qué más pudo hacer?[2]
Por lo que se puede deducir que el marqués de Villena era una figura representativa de la monarquía española que gozaba de gran aceptación por parte de toda la sociedad. Entonces, ¿qué sucedió para que perdiera el virreinato? En realidad, la misma sangre que lo ensalzó, lo hundió. Veamos su genealogía:
Como podemos observar, tanto él como Felipe IV descienden de María de Aragón y Castilla y Manuel I, el Afortunado. Sin embargo, el parentesco con Juan IV de Portugal es el motivo que propició su caída. Como sabemos, desde Felipe II, Portugal pertenecía a la corona española (en 1580). De todos es sabido, que la política unificadora de la monarquía hispánica nunca agradó al reino vecino.
Duque de Braganza
Los problemas internos de la monarquía comenzaron en 1640, movidos por el ambiente de rebelión propiciado por las guerras con el resto de paises europeos. El reino de España estaba inmerso en una serie de luchas por mantener la hegemonía en Europa. Esta circunstancia llevó al país a una situación inestable. Los recusos fallaban y se solicitaba un conjunto de reformas que no gustó en todos los territorios del imperio ya que se les exigía que implatasen el modelo de Castilla, por ser el más favorable a la política del imperio.
El primer enfrentamiento interno sucedió en Cataluña, que se sublevó en 1640 a través de una revuelta campesina. La tensión entre la monarquía y Cataluña fue en aumento. Esto motivó que la fuerza militar se concentrara allí. En este instante, las Cortes portuguesas aprovecharon para proclamar rey al duque de Braganza, primo del marqués de Villena. La victoria portuguesa fue relativamente sencilla, dada la ausencia de tropas.
Diego López Pacheco mientras tanto se había ganado la mala opinión de muchos, por llevar a cabo una política caprichosa, pero sobre todo se ganó a pulso la enemistad del obispo de Puebla: Juan Palafox y Mendoza. El clérigo había escrito al conde-duque de Olivares informes que acusaban al virrey de favorecer a los portugueses que residían en Nueva España. Si tenemos en cuenta, además, el parentesco tan cercano que tenía con el duque de Braganza, es lógico que la corona española sospechara de él y temiera que extendiese la revuelta a los territorios americanos. Por lo tanto, se le dieron instrucciones a Palafox para que destituyera al virrey y ocupase su cargo. Juan Palafox recién nombrado arzobispo fue a Ciudad de México para dar la noticia al virrey sin que sospechara, pero al llegar lo encarceló en el convento de Churubusco y se le confiscaron sus bienes.
Desde España, el hijo del virrey quiso demostrar su inocencia. Cuando por fin se le trasladó a España pudo demostrar que nunca fue desleal a la corona. Entonces, se le quiso devolver el cargo, pero lo rechazó. A partir de entonces, fue virrey de Sicilia y más tarde de Navarra. Donde murió en 1653.
Juan Palafox (izquierda); El conde-duque de Olivares (derecha)