Las castas en Nueva España

En el Museo Nacional del Virreinato en Tepotzotlán podemos encontrar esta pintura que representa la diversidad étnica en Nueva España:


1Casta_painting_all wikipedia. Español con India, Mestizo

2. Mestizo con Española, Castizo
3. Castizo con Española, Español
4. Español con Negra, Mulato
5. Mulato con Española, Morisca
6. Morisco con Española, Chino
7. Chino con India, Salta atrás
8. Salta atras con Mulata, Lobo
9. Lobo con China, Gíbaro (Jíbaro)
10. Gíbaro con Mulata, Albarazado
11. Albarazado con Negra, Cambujo
12. Cambujo con India, Sambiaga (Zambiaga)
13. Sambiago con Loba, Calpamulato
14. Calpamulto con Cambuja, Tente en el aire
15. Tente en el aire con Mulata, No te entiendo
16. No te entiendo con India, Torna atrás.

Esta imagen, y sobre todo su leyenda, nos dice mucho sobre la sociedad novohispana. Una sociedad que se jerarquizaba siguiendo este esquema de castas. La élite se componía de españoles y conforme se iba mezclando la sangre se descendía en el sistema. En las fiestas, por ejemplo, participaba toda la sociedad. Sin embargo, la participación no era igual de una casta a otra. El orden festivo se establecía conforme a las normas sociales, por lo que la sangre era un elemento esencial.

Este cuadro no solo describe una realidad, sino que la ordena según el rango social. Un hecho muy significativo en una sociedad que fue ante todo mestiza.

Un Grande, virrey y orgullo novohispano

Cuando en 1640 se nombró a don Diego López Pacheco como nuevo virrey de Nueva España, la noticia no pudo ser mejor recibida por el virreinato. Esto se debe a una circunstancia que ya he comentado en alguna ocasión: se trata de un Grande de España. Hecho importante si pensamos en la jerarquía social existente en la sociedad novohispana.

Desde la llegada a América de los primeros colonos, tras la conquista, los nuevos habitantes buscaron un sistema social parecido al que conocían en Europa. Poco a poco se establece un grupo de españoles y criollos como clase gobernante. Hablamos de la alta aristocracia que reclamaba para sí lo mismo que hubieran deseado en España: la corte. Como es lógico, ésta se estableció en torno a la figura del virrey, otorgando cualidades genuinas de este orden social. Más adelante tengo en mente desarrollar esta idea sobre las cualidades propias de la corte novohispana, así que por esta vez paso por alto. Lo que sí es cierto es que las familias de la clase alta de Nueva España consiguieron su propio modo de medrar y mantenerse en el poder.

¿Y qué tiene que ver en todo esto el marqués de Villena, don Diego López Pacheco? Es una relación sencilla. La corona quiso poner al mando de las lejanas tierras a alguien emparentado con la realeza. La corte novohispana lo interpretó como un gesto de cercanía, como un regalo. Como el rey nunca visitaría América, el hecho de que lo hiciera alguien tan cercano se vivió con entusiasmo. Dejando a un lado las interpretaciones, exageradas o no, sobre el grado de alegría que trajo a Nueva España el nuevo virrey, sí se pensó que éste situaría a las grandes familias en una relación más cercana con monarca español.

Es digno de mención que fue el primer virrey que siendo Grande de España ostentó el título. Es normal por tanto que no se sintiera igual su llegada en comparación con los anteriores. Además, supuso ciertos cambios en el modo de recibir a los gobernantes, ya que se dispusieron mayores lujos con él por sus títulos nobiliarios, pero algunos de estos lujos y galanterías permanecieron hasta el final de la época colonial.

Me pregunto si la relación con este virrey no trajo más quebraderos de cabeza que alegrías, ya que su vinculación con el duque Braganza (insurgente portugués) provocó su pronta destitución. Lamentablemente, más tarde se demostró su inocencia, dado que no pretendió expandir la insurrección por Nueva España.

El Barroco cotidiano y la fiesta en Nueva España

Josef Pieper definió la fiesta como un tiempo de excepción en la vida cotidiana. Sin embargo, como apunta María Dolores Bravo[1], esto no quiere decir que los días de fiesta fueran pocos. De hecho podemos distinguir entre fiestas civiles de las religiosas, así como las celebraciones cíclicas de aquellas ocasionales. Como dice la autora del capítulo:

La fiesta se convirtió, así, en un ritual compartido entre los detentadores del poder y la colectividad para la preservación de un orden que dio sentido a la realidad inmediata del individuo y lo incorporó a un sistema de valores que sustentaron al Estado absolutista hispánico.

En consecuencia, observamos la fiesta como un ritual compartido por la gran masa social y los estatutos del poder. Hay varias ideas destacables en la cita anterior. Por un lado, me interesa esa definición como «ritual compartido», ya que considera la celebración como costumbre de una sociedad. Podemos pensar que la necesidad de festejar hechos extraordinarios pertenece a la humanidad. A través de distintos documentos o fuentes, podemos rastrear esta necesidad del hombre desde tiempos inmemorables. Sin embargo, cada sociedad ha construido su concepto de fiesta. Es decir, cada sociedad comparte su propio ritual que evoluciona junto con sus gentes.

En el caso de la sociedad novohispana, este rito compartido colabora en la preservación del absolutismo hispánico. Estoy plenamente de acuerdo con esta idea. El festejo novohispano, tanto civil como religioso, se construye según los moldes jerárquicos del poder. De esta forma, sí podemos afirmar que la fiesta en Nueva España mantiene el absolutismo. Se ve claramente en los fastos por la entrada de un virrey, por ejemplo, en los que se celebra la llegada de ese poder absolutista, en tanto que es representante de la corona. Sin embargo, no debemos olvidar el hecho de que estas celebraciones siempre se desarrollan alrededor de los representantes del poder.


[1] Bravo, M. D. “La fiesta pública: su tiempo y espacio” en Historia de la vida cotidiana en México. II. La ciudad barroca. (coord.) P. Gonzalbo Aizpuru, México, El colegio de México, 2005, pp. 435-460.