A Prometeo debió la tierra el oro

Matías de Bocanegra, autor de la Comedia de san Francisco de Borja, fue un poeta con cierto prestigio en su época gracias a una composición llamada Canción a la vista de un desengaño[1]. Sin embargo, en esta ocasión presento uno de sus poemas, el cual he conocido gracias a Martha Lilia Tenorio y su publicación en Poesía novohispana: antología.

En realidad, este poema se encuentra en una obra atribuida al jesuita, según Beristáin, titulada Theatro gerárchico de la Luz, Pira cristiano política del Gobierno (México, Juan Ruiz, 1642)[2], junto con otros ocho sonetos más. Todos ellos dedicados al marqués de Villena, virrey novohispano desde 1640 a 1642.

Prometeo lleva el fuego a la humanidadA la hora de abordar estos poemas, la editora nos da la clave: «Para poder entender los siguientes sonetos, hay que saber que la alegoría principal del arco es la comparación del virrey con Prometeo. El marqués de Villena era también conde de Salvatierra; de aquí parte Bocanegra: como Prometeo salvó a los hombres llevándoles el fuego, así el nuevo virrey salvará a Nueva España con el fuego (la luz) de su buen gobierno» (p. 461).

Prometeo cede el fuego a los hombres. En el soneto el oro es metáfora de este fuego (v. 1). Además, gracias a ello los ríos deben los caudales (v. 2). De forma que el océano -los diáfanos cristales (el cristal lo interpreto como metáfora por el agua)- debe sus vidrieras a los ríos (v. 3). Es evidente que junto con el fuego, Prometeo llevó el calor.

A Prometeo debió la tierra el oro,
a sus rayos el agua los caudales:
sus vidrieras los diáfanos cristales
y el ardiente elemento su decoro.

En el siguiente cuarteto, el poeta apela al virrey con «tu coro», término que puede referirse -y así lo entiedo- al viento. Ese viento que traduce, convierte en luces (v. 8), símbolo de buen gobierno, cuantos influjos comunica el cielo o cuantos efectos produce tanto a hombres como a animales (vv. 5-7).

Cuantos influjos el cielo, tu coro,                      5
comunica a los hombres y animales,
cuantos produce efectos naturales,
tradujo en luces al mundial tesoro.

La estructura del soneto es clásica. Los dos cuartetos desarrollan el tópico y ahora los tercetos van a establecer la comparación entre la figura mitológica y el virrey, el marqués de Villena.

El mito clásico decía que Prometeo robó los rayos del carro del sol. Flegonte era el cuarto caballo, así lo indica Ovidio en sus Metamorfosis, en el libro II, 153-5[3]. Manejo la edición de Consuelo Álvarez y Rosa Mª. Iglesias de Cátedra, Letras Universales[4]. Me gustaría añadir un dato que las editoras aportan en nota a pie (n. 168, p. 242) el nombre Flegonte significa ‘Llameante’, y de él se adquirió el fuego propicio a los hombres.

En la comparación, el virrey convierte el mito en realidad (v. 11) por Nueva España (v. 12). Los últimos versos concluyen con el típico laudatorio, pues todas las dichas que vaya a gozar este horizonte (América) serán debidas a la fama del marqués de Villena:

Baja el nuevo Prometeo los dorados
rayos de aquel de luz nuevo Flegonte,            10
porque, haciendo verdad mentidos hados,
en la América, ya del llano al monte.
Ninguna dicha gocen los estados
que no deba a su fama este horizonte.

El mito de Prometeo se ajusta a la perfección con la imagen que se proyectó del marqués de Villena en Nueva España. En muchas ocasiones he insistido en que la llegada de este virrey se vivió con mayor intensidad, pues hasta este momento (1640) ningún virrey había sido nombrado siendo ya un grande de España. Diego López Pacheco, marqués de Villena, era primo del rey Felipe IV, por lo que su linaje cobró mucha importancia en los fastos de bienvenida.

Si la imagen de la monarquía era en muchas ocasiones proyectada como un sol cuyo calor garantiza la vida a los súbditos, es fácil asimilar este virrey como un nuevo Prometeo quien llevó la luz del sol monárquico de España al Nuevo Mundo.


[1] https://grisoisabel.wordpress.com/2012/02/21/matias-de-bocanegra-autor-de-la-comedia-de-san-francisco-de-borja/

[2] Tomo los datos de Poesía novohispana: antología, (ed.) Martha Lilia Tenorio, p. 459. En el siguiente enlace se accede a la reseña de este libro escrita por Pablo Sol Mora: http://www.letraslibres.com/revista/libros/poesia-novohispana-antologia-presentacion-de-antonio-alatorre-de-martha-lilia-tenorio.

[3] «Entretanto los alados Pírois, Eoo y Eton, los caballos del Sol, y el cuarto Flegonte, llenan los aires con sus relinchos de fuego […]». Las cursivas son mías.

[4] Ovidio, Metamorfosis, (ed.) C. Álvarez y R. M. Iglesias, Madrid, Cátedra, 1995.

Francisco de Borja, autopromoción de la Compañía de Jesús

Hace algunos meses estrené este blog con una entrada sobre Matías de Bocanegra y su producción literaria. Ahora, me gustaría hablar un poco sobre un aspecto de la comedia que compuso titulada La comedia de san Francisco de Borja. Me refiero al empleo del protagonista como un mecanismo de autopromoción de la Compañía de Jesús[1].

En 1640 se representó en el Colegio Máximo de san Pedro y san Pablo, en la Ciudad de México, la comedia escrita por el jesuita Matías de Bocanegra como homenaje al nuevo virrey de Nueva España, Diego López Pacheco. Dicha comedia representa episodios biográficos de Francisco de Borja.

Fue en 1953 cuando José Juan Arrom halló esta pieza. En el artículo[2] que publicó en Revista Iberoamericana, afirma la intención de cumplimentar al virrey como la función principal de esta pieza. A la hora de analizar la estructura de la obra se percata de que la acción dramática desaparece a lo largo de los tres actos hasta casi desaparecer. Para él, esto es un fallo de estructura, pero Frederick Luciani[3] lo interpreta como un recurso político.

San_Francisco_de_BorjaLa comedia se compone por una serie de episodios biográficos del santo tomados de la Vida de san Francisco de Borja del jesuita Pedro de Ribadeneyra. El primer acto transcurre con Francisco de Borja como noble y casado con Leonor. El emperador Carlos V lo nombra virrey de Cataluña por su lealtad. En este acto muere la emperatriz Isabel. Su cuerpo es trasladado a Granada custodiado por el propio Borja. Al observar el cadáver de la emperatriz antes de enterrarlo, el cuerpo, ya descompuesto, impacta al protagonista, quien promete dedicar su vida a Dios en el caso de sobrevivir a su mujer. Es su conversión el momento de mayor tensión dramática.

En el siguiente acto se muestra la ejemplaridad de Borja como virrey. Es curioso cómo el protagonismo recae en el bandolero Rocafort, quien ante la sola visión de Borja (“vencido de una deidad / que en tu rostro vi estampada”) se rinde. De familia noble se degrada socialmente por la educación tan laxa recibida en su juventud. A pesar de la compasión que siente Borja, como buen gobernante manda ajusticiarlo pues tiene un sentido de justicia desarrollado. Al morir Leonor decide dedicar su vida a Dios y se ordena jesuita.

El último acto, muestra al protagonista humilde y obediente dispuesto a trabajar con sus manos dejando así claro que ya no es un noble, sino religioso novicio. A pesar de que ha descendido en la escala social, su santidad va en aumento y acaba la obra con la anunciación de su futuro estado como santo.

La sucesión de cuadros biográficos anulan el clímax dramático, pero si atendemos al efecto que pretende conseguir Bocanegra, no es un fallo de estructura, sino un recurso dramático que acentúa las virtudes del protagonista. De esta forma Luciani defiende la intención política de la obra. La analiza como un “espejo de príncipes” que refleja cómo debe comportarse el nuevo virrey (de ahí la importancia del segundo acto que muestra su faceta como gobernante). Además, responde a la ideología jesuítica del príncipe cristiano en detrimento de los postulados maquiavélicos. Francisco de Borja posee las cualidades que se esperan del virrey. Por este motivo actúa como un perfecto “espejo de príncipes”. Esto hace que no sea relevante la acción porque la finalidad de la obra es mostrar un conjunto de cualidades políticas a Diego López Pacheco.

Al mostrar la vida de este santo, la Orden consigue promocionarse ante el nuevo mandatario, ya que no es por azar que se eligiera a Francisco de Borja, quien tenía en común la categoría social con el nuevo virrey. Ambos pertenecen a la alta nobleza, por lo que la comparación es muy adecuada. Dentro de la Compañía fue una persona muy ilustre. Llegó a ser el tercer Prepósito General y fue él quien introdujo a los jesuitas en Nueva España. Al representar su vida el efecto propagandístico se transforma en un buen mecanismo político.


[1] El sentido político de la obra lo desarrollé en el artículo publicado por el GRISO en formato digital: http://dspace.unav.es/dspace/handle/10171/22749. Forma parte de las Actas del I Congreso Internacional Jóvenes Investigadores Siglo de Oro (JISO 2011). En esta entrada resumo algún aspecto de su contenido.

[2] Arrom, J. J.,‘Una Desconocida Comedia Del Siglo XVII’, Revista Iberoamericana, 19 (1953), 73–103.

[3] Luciani, F., ‘The “Comedia De San Francisco De Borja” (1640): The Mexican Jesuits and the “Education of the Prince”’, Colonial Latin American Review, Vol 2, (1993), 121–141

Un Grande, virrey y orgullo novohispano

Cuando en 1640 se nombró a don Diego López Pacheco como nuevo virrey de Nueva España, la noticia no pudo ser mejor recibida por el virreinato. Esto se debe a una circunstancia que ya he comentado en alguna ocasión: se trata de un Grande de España. Hecho importante si pensamos en la jerarquía social existente en la sociedad novohispana.

Desde la llegada a América de los primeros colonos, tras la conquista, los nuevos habitantes buscaron un sistema social parecido al que conocían en Europa. Poco a poco se establece un grupo de españoles y criollos como clase gobernante. Hablamos de la alta aristocracia que reclamaba para sí lo mismo que hubieran deseado en España: la corte. Como es lógico, ésta se estableció en torno a la figura del virrey, otorgando cualidades genuinas de este orden social. Más adelante tengo en mente desarrollar esta idea sobre las cualidades propias de la corte novohispana, así que por esta vez paso por alto. Lo que sí es cierto es que las familias de la clase alta de Nueva España consiguieron su propio modo de medrar y mantenerse en el poder.

¿Y qué tiene que ver en todo esto el marqués de Villena, don Diego López Pacheco? Es una relación sencilla. La corona quiso poner al mando de las lejanas tierras a alguien emparentado con la realeza. La corte novohispana lo interpretó como un gesto de cercanía, como un regalo. Como el rey nunca visitaría América, el hecho de que lo hiciera alguien tan cercano se vivió con entusiasmo. Dejando a un lado las interpretaciones, exageradas o no, sobre el grado de alegría que trajo a Nueva España el nuevo virrey, sí se pensó que éste situaría a las grandes familias en una relación más cercana con monarca español.

Es digno de mención que fue el primer virrey que siendo Grande de España ostentó el título. Es normal por tanto que no se sintiera igual su llegada en comparación con los anteriores. Además, supuso ciertos cambios en el modo de recibir a los gobernantes, ya que se dispusieron mayores lujos con él por sus títulos nobiliarios, pero algunos de estos lujos y galanterías permanecieron hasta el final de la época colonial.

Me pregunto si la relación con este virrey no trajo más quebraderos de cabeza que alegrías, ya que su vinculación con el duque Braganza (insurgente portugués) provocó su pronta destitución. Lamentablemente, más tarde se demostró su inocencia, dado que no pretendió expandir la insurrección por Nueva España.

El recorrido de un virrey de México

En 1994 se publicó un libro titulado Diario particular del camino que sigue un virrey de México. El volumen fue impulsado por el Ministerio de Obras Públicas, Transportes y Medio Ambiente en colaboración con la Universidad de Oviedo. Este manuscrito, encontrado en la Biblioteca Universitaria de Oviedo, ha colaborado en la recuperación de principal ruta en el virreinato y comercio novohispanos.

La labor consistió en la transcripción del diario que realizó un joven alférez de artillería que acompañó al virrey, Marqués de las Amarillas, a Nueva España en 1756. Este joven es Diego García Panes y en su relato narra el camino desde Veracruz a México, camino que emprendían los virreyes desde que Hernán Cortes llegó a Tenochtitlán.

El relato es una fuente fidedigna para conocer el recorrido protocolario, pero también cómo eran las jornadas, los recibimientos, etcétera. Concluye con un mapa que representa el camino narrado en el diario. Es interesante ver que tras la transcripción podemos leer y observar tanto el texto como el mapa facsímiles.

Lourdes Díaz Trechuelo es quien desarrolla en las páginas precedentes al Diario quién es Diego García Panes así como su obra. En ellas explica cuál ha sido la suerte de sus escritos así como los intentos de recuperación de una obra que hasta mediados del siglo XX ha permanecido en el olvido.

El gran duque de Escalona

El título del post hace alusión a la obra El gran duque de Gandía. Esta pieza trata de la vida de san Francisco de Borja, al igual que la obra de Matías de Bocanegra, la Comedia de san Francisco de Borja. El día de su representación en el colegio jesuita de México (Colegio máximo de san Pedro y san Pablo) la principal figura era precisamente el duque de Escalona. Es decir, el virrey de Nueva España el año de 1640.

Por tanto, este día, el 18 de noviembre de este año, como conmemoración por su llegada, se había prevenido la comedia sobre el santo. La intención de esta obra fue mostrar al gobernante un modo de vida ejemplar. Y de esta manera tan sutil, y tan jesuita, se pretendía educar al virrey.

Pues bien, san Francisco de Borja, como es conocimiento de todos, antes de pertenecer a la Compañía fue un noble, cuyos títulos coinciden con los de nuestro virrey. Así se destaca en la loa que precede a la comedia:

Al más grande por duque, al de Escalona;
por marqués al primero, al de Villena;
por estirpe al más claro, al que encadena
de muchas en su sangre una corona;
al afable, al magnánimo, al que abona
cortos obsequios que su agrado llena;
al prudente en gobierno, en cuya estrena
aun los que espera México blasona,
como a quien debe de finezas tanto,
da un marqués, un virrey, un duque santo,
un grande en Borja, humilde Compañía;
que en aplausos de quien su amparo fía
a tal hijo el festejo es justo mande,
de un marqués, un virrey, un duque, y grande.

(vv. 49-62)

Si insistimos en esta coincidencia, la comparación establecida entre el virrey el duque santo es muy apropiada. Sin embargo, la realidad fue lo contrario. En la comedia, el protagonista Borja, asume sus responsabilidades aun cuando éstas le desagradan. Tal es el caso con el bandolero Rocaforte, uno de los personajes. El bandolero al narrar sus lamentaciones mueve al santo a la compasión, sin embargo tiene que cumplir la ley al condenarlo. Cuando se hace miembro de la orden, ante el trabajo manual, que cualquier noble rechazaría por honor, se hace cargo respetando el voto de obediencia.

Por su parte, don Diego López Pacheco, el virrey a quien se dirige este mensaje, pareció no percatarse del mismo. Durante sus dos años de virreinato, pues como ya se sabe tuvo que abandonarlo por cuestiones políticas, delegó sus obligaciones en personas allegadas. Esta información ha llegado a mí a través del libro Los virreyes españoles en América durante el gobierno de la Casa de Austria. México de Lewis Hanke. Cito:

Escalona fue el primer grande de España que ejerció el cargo de virrey en México. No tuvo un gobierno auspicioso, pues “el placer y la adquisición de riqueza eran lo que el virrey deseaba más entrañablemente”[1]. Sus amigos y cortesanos aceptaron muy conformes tomar a su cargo los asuntos administrativos.

Quizá, después de todo, el teatro como instrumento pedagógico es un buen método, pero no eficaz al cien por cien.


[1] Está citando a Bancroft.