Tocotín: baile mexicano

El tocotín, también conocido por los españoles como “mitote”, es un tipo de baile cuyo origen se remonta a la época prehispánica. Son romancillos hexasílabos de rima asonante, tanto en español como en náhuatl. Hay que tener en cuenta la danza mexicana netotiliztli, pues es el verdadero punto de partida. Si atendemos a la voz nahua y a la española “mitote”, podemos observar que poseen la misma raíz: itotia ‘danzar’. “Mitote” deriva de mihtotih ‘el que baila’ y de mitotiani ‘danzante’. En náhuatl netotilitztli ‘baile’ < ni+itoliztli. La palabra tocotín surgió más tarde, ya en el siglo XVII.

Es lógico que este tipo de bailes y cantos, que se han conservado hasta nuestros días, durante mucho tiempo se transmitieran oralmente, hasta que, finalmente, se transcribieron al alfabeto latino. Lo cual ha permitido poder estudiar este tipo de danza precolombina. Por otro lado, hay que señalar que durante el período colonial también se continuó esta tradición y los indígenas componían netotiliztli, danzas profanas incorporando elementos cristianos, tanto en español como en náhuatl. Claudia Parodi[1], llama la atención sobre esta circunstancia, ya que existía un tipo de bailes rituales, los macehualiztli, que no emplearon a la hora de cristianizar los temas.

El ritmo de este baile se marcaba con unos tambores prehispánicos que se conocen como teponaztle y huehuetl. Son precisamente las sílabas empleadas para señalar el ritmo del teponaztle (to, co, qui, ti) las que han dado lugar a la palabra “tocotín”. Es una voz onomatopéyica, porque en náhuatl no existen estas agrupaciones silábicas.

En el siglo XVII surge un teatro humanista en el que para determinadas ocasiones se componían tocotines. Por ejemplo, en el festejo dedicado por los jesuitas al virrey Marqués de Villena (1640), encontramos un tocotín que se compuso como homenaje. De hecho, tras la comedia podemos leer[2]:

Rematóse toda la fiesta con un mitote o tocotín, danza majestuosa y grave, hecha a la usanza de los indios, entre diez y seis agraciados niños, tan vistosamente adornados con preciosas tilmas y trajes de lama de oro, cactles, o coturnos bordados de pedrería, copiles, o diademas sembradas de perlas y diamantes, quetzales de plumería verde sobre los hombros: que sola esta danza y su lucimiento bastara por desempeño del festejo más prevenido.

Y comienza el canto:

Salí, mexicanos,
bailá el tocotín,
que al sol de Villena
tenéis en zenit.
Su sangre cesárea,
cual rojo matiz,
dorado epiciclo
rúbrica en carmín[3]

Habría que destacar el hecho de que se trata de conmemorar la llegada de un nuevo virrey. Esta circunstancia es el hecho social más significativo de la Nueva España. Esto significa que es muy importante tener en cuenta que se trata de un baile precolombino. Volvemos a subrayar la característica principal de la literatura colonial que es la fusión de ambas culturas: la europea y la indígena.

Se puede escuchar un ejemplo de tocotín en este enlace: http://www.philtulga.com/products-aztec%20rhythms.html. Esta información la ofrece Claudia Parodi en su artículo mencionado anteriormente.


[1] Parodi, C. «Indianización y Diglosia Del Teatro Criollo: Los Tocotines y Los Cantares Mexicanos», en Dramaturgia y espectáculo teatral en la época de los Austrias, (ed.) Farré Vidal, J., Madrid, Iberoamericana, 2009, pp. 251-269

[2] Bocanegra, M. de, Comedia de san Francisco de Borja a la feliz venida del excelentísimo señor marqués de Villena, virrey de esta Nueva España. Teatro profesional jesuita del siglo XVII. ed. C. Frost, México, Coanculta, 1992.

[3] Se trata de las dos primeras estrofas del poema. En total son 56 versos.

La fiesta novohispana: instrumento político

Los festejos profanos sirven para consolidar relaciones sociales e intereses políticos. Un ejemplo evidente es la recepción de un virrey ya que supone la vinculación entre Nueva España y la metrópoli. Es precisamente en esta circunstancia donde podemos observar un mayor despliegue de lujo y excesos. Es un escaparate en el que podemos observar minuciosamente todas las capas de la sociedad novohispana y su papel dentro de ella. Ante semejante exhibición podemos hacernos cargo de la importancia política de estos actos.

Los festejos para conmemorar al nuevo virrey comenzaban desde su desembarco en Veracruz y culminaban en la ciudad de México. A lo largo de todo el trayecto se iba festejando de diversas maneras –corridas de toros, juegos de cañas, luminarias, etcétera- al visitante. El viaje en sí es simbólico pues representa el recorrido que hizo Hernán Cortés. La recepción terminaba con el solemne Te Deum y la toma de posesión. A ello acudían todos los cuerpos políticos de esta sociedad.

Hay un dato que me parece interesante señalar aquí, aunque sea de paso. Durante la época colonial son numerosos los conflictos entre virreyes y representantes eclesiásticos precisamente por cuestiones políticas. En estas ocasiones, precisamente la presencia o ausencia de determinados personajes refleja estas diferencias socio-políticas. No olvidemos, que la llegada de un nuevo representante de la corona conlleva ciertas esperanzas, pero también numerosos temores tanto para el clero como para los cargos políticos. Así, no es de extrañar que desde el momento de su nombramiento puedan comenzar las «simpatías» hacia el nuevo gobernante.

Matías de Bocanegra, autor de la «Comedia de san Francisco de Borja»

Nacido en 1612 en Puebla de los Ángeles, Matías de Bocanegra ingresó en 1628 en la Compañía de Jesús. No se sabe mucho sobre su vida, sin embargo su obra es más conocida. Sobre todo su famosa Canción a la vista de un desengaño. Según José Juan Arrom: “En los siglos XIX y XX tampoco le han faltado admiradores. Al contrario, a más de considerarse, por su valor antológico, una de las cien mejores poesías líricas mexicanas, ha merecido constantes elogios de la crítica». En 1949, Jiménez Rueda, halló un manuscrito de una comedia cuyo título parece ser Sufrir para merecer. Entre estos papeles se encontraron numerosas imitaciones del poema del jesuita. Esta circunstancia hizo pensar que Bocanegra es el autor de dicha pieza dramática. Sin embargo, Arrom rechaza esta atribución puesto que para él la obra de teatro “deja fuerte impresión de que es obra posterior al siglo XVII”.

Evidentemente, esta discusión da lugar a un mayor número de argumentaciones. Sin embargo, para este estudioso lo más característico es al compararla con la Comedia de san Francisco de Borja. En cualquier caso, la obra lírica de Bocanegra es muy conocida y, como queda dicho, muy imitada a lo largo de los siglos. En palabras de Mercedes Serna “la crítica coincide a la hora de destacar de la extensa obra de Bocanegra la Canción a la vista de un desengaño, por las bellas imágenes, el noble lirismo, el carácter moral y filosófico, la fluidez de sus versos”, etcétera.

Por otro lado, su producción dramática es prácticamente desconocida. Queda claro que la pieza sobre la vida de san Francisco de Borja es de su puño y letra puesto que en la portada de dicha comedia aparece su autoría. Se trata de una comedia hagiográfica que se compuso para conmemorar la visita al Colegio Máximo de san Pedro y san Pablo del nuevo virrey novohispano el marqués de Villena (1640). Por lo tanto, la finalidad de esta obra es homenajear al nuevo gobernante. Sin embargo, esta comedia versa acerca de la vida del santo, por lo que se compone de episodios biográficos. El único problema que se le atribuye es el de la llamativa desproporción de la tensión dramática entre los actos, ya que va disminuyendo hasta desaparecer. No obstante, no es un fallo por falta de brillantez del autor, sino la intención de ir subrayando la santidad del protagonista, el gran duque de Gandía, san Francisco de Borja. Por lo que estamos ante una obra cuya intención, en palabras de Arrom, es grave y su forma cuidada. Además, goza de un hondo lirismo y una deslumbrante versificación.

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