El Barroco cotidiano y la fiesta en Nueva España

Josef Pieper definió la fiesta como un tiempo de excepción en la vida cotidiana. Sin embargo, como apunta María Dolores Bravo[1], esto no quiere decir que los días de fiesta fueran pocos. De hecho podemos distinguir entre fiestas civiles de las religiosas, así como las celebraciones cíclicas de aquellas ocasionales. Como dice la autora del capítulo:

La fiesta se convirtió, así, en un ritual compartido entre los detentadores del poder y la colectividad para la preservación de un orden que dio sentido a la realidad inmediata del individuo y lo incorporó a un sistema de valores que sustentaron al Estado absolutista hispánico.

En consecuencia, observamos la fiesta como un ritual compartido por la gran masa social y los estatutos del poder. Hay varias ideas destacables en la cita anterior. Por un lado, me interesa esa definición como «ritual compartido», ya que considera la celebración como costumbre de una sociedad. Podemos pensar que la necesidad de festejar hechos extraordinarios pertenece a la humanidad. A través de distintos documentos o fuentes, podemos rastrear esta necesidad del hombre desde tiempos inmemorables. Sin embargo, cada sociedad ha construido su concepto de fiesta. Es decir, cada sociedad comparte su propio ritual que evoluciona junto con sus gentes.

En el caso de la sociedad novohispana, este rito compartido colabora en la preservación del absolutismo hispánico. Estoy plenamente de acuerdo con esta idea. El festejo novohispano, tanto civil como religioso, se construye según los moldes jerárquicos del poder. De esta forma, sí podemos afirmar que la fiesta en Nueva España mantiene el absolutismo. Se ve claramente en los fastos por la entrada de un virrey, por ejemplo, en los que se celebra la llegada de ese poder absolutista, en tanto que es representante de la corona. Sin embargo, no debemos olvidar el hecho de que estas celebraciones siempre se desarrollan alrededor de los representantes del poder.


[1] Bravo, M. D. “La fiesta pública: su tiempo y espacio” en Historia de la vida cotidiana en México. II. La ciudad barroca. (coord.) P. Gonzalbo Aizpuru, México, El colegio de México, 2005, pp. 435-460.

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